martes, 21 de febrero de 2017

Sobre Los vivos y los muertos, de Joy Williams

Se podría decir que empieza y termina como la vida, más que como la muerte: en cualquier punto. Hay personajes que entran y salen de escena sin mayor trascendencia, aunque algunos de ellos crean cierto afecto que, al momento de desaparecer, se transforma en un rencor minúsculo hacia la autora. ¿Por qué mató tan rápida y cruelmente a Ray Webb y el monito que habitaba en su cerebro? De otros quisiera uno más, aunque lo que ofrece es suficiente para convertirlos en presencia. Por ejemplo: Corvus. Podría haber sido mucho más, pero está bien como es. Otra resonancia con la vida: fragmentaria e incompleta, apenas esbozada, pero siempre plena. Williams nos abre un mundo, nos deja recorrerlo por un tiempo, y luego nos expulsa, dejando claro que ese mundo continúa sin nosotros. El encuentro de Sherwin y Ginger, magistral. Y algunas perlas lingüísticas:

"-"Catacresis", es la palabra del día -dijo a Corvus, a modo de saludo-. También fue la de ayer y muy probablemente será la de mañana. Tendrían que inscribirla en los frontones de este sitio. Catacresil. Catacrésico. Catacrésicamente. Con solo oírla te dan ganas de salir por piernas. Tiene como un cascabeleo, una flema de alabardero inglés. Su raíz significa "contra lo necesario". Pero trata de usarla en una frase. No encajará. Se resiste al pensamiento discursivo".

Esta palabra encontrada, como extraída al azar de un diccionario de retórica o terminología literaria, pareciera más bien ser la poética destilada de la novela: encontrar la forma de nombrar lo que no tiene nombre, a través de metáforas de uso. Como si el lenguaje corriente se hiciera poesía, o más bien, como mostrar la poesía que hay en el lenguaje, que siempre es corriente, aunque se encuentre en la literatura. 

Y cerca al final, una ironía literaria. Como se trata de una novela con cierto toque "mágico", la autora se anticipa a posibles clasificaciones: dado que Ginger es la esposa muerta de Carter y madre de Annabel, que se niega a partir al otro mundo y se queda incordiando a su marido, Alice pregunta:

"-¿Por qué no va a poder quedarse tu madre si eso es lo que quiere? ¿Qué hay de malo en ello? 
-No estamos en Latinoamérica -dijo Annabel con frialdad.
-¿Qué tendrá que ver Latinoamérica con esto?
-Estas cosas pasan en Latinoamérica, pero no aquí. ¿No te han hecho leer ninguna de sus novelas en la escuela? Es porque su cultura ha sido oprimida o reprimida o algo así".

Con personajes como Annabel, que trata de ser antipática pero no lo logra del todo, o como Alice que sí llega a ser molesta a pesar de ser la "portadora de la acción" durante buena parte del relato, o Emily, su versión más niña, entre The Quick and the Dead, los rápidos y los muertos, los no-muertos y los no-vivos, la novela de Joy Williams se recorre como un jardín o un cementerio, o como un bosque mágico y siniestro del cual se sale con un regusto agridulce, como si se hubiera recorrido el espejismo de un bosque en un desierto.  

domingo, 12 de febrero de 2017

Los críticos y la muerte

"Tocar en público, crear, exponerse, poder morir no se distinguen entre sí. Por eso, además, vemos a personas rebosantes de talento que se quedan en la opción de matar. Las llamamos críticos. ¿Qué es un crítico? Alguien que ha tenido mucho miedo a morir. En las grandes capitales de las naciones occidentales y norteamericanas podemos ver cara a cara a quienes pueden morir y resucitar y a quienes no pueden resucitar y matan. A eso lo llamamos vida cultural. Debo añadir que la palabra cultura no es adecuada. Pero subrayo que la palabra vida es aún más impropia".

Pascal Quignard
Vida Secreta

sábado, 4 de junio de 2016

El otro y el malo

No somos la interfase social a la que llamamos "nuestra persona": alguien a sus espaldas, un ser incomparablemente más vasto, nos controla, nos modela, y censura muchas veces nuestros pensamientos y acciones.

*   *   *

Hoy sé que ser maduro, ser un hombre hecho y derecho, no significa otra cosa que entender que se es malo, fundamentalmente y más allá de cualquier consideración.

Mircea Cartarescu

lunes, 30 de mayo de 2016

Profecías narrativas

Las novelas hacen mal de profecías, no obedecen las normas: aquello que es más fraudulento, más "ficticio", es lo que se acaba haciendo realidad. Halagamos la elegancia de nuestra imaginación con nuestra conducta posterior".

Iain Sinclair
Ciudad de las desapariciones

El estilo

No es posible hacer nada para conseguir un estilo. Pues el estilo no lo tienes, sino que lo eres. Está impreso allí, en la ingeniería de las vértebras de tu columna vertebral, en la dinámica de los fluidos de tu cuerpo, en el destello de luz en tu pupila aterciopelada. En el entendimiento de tu mente, que avanza cuando el universo avanza y se retrae cuando el universo se retrae.

Mircea Cărtărescu

martes, 24 de mayo de 2016

Aprender

Aprender era un placer intenso. Aprender equivalía a nacer. Se tenga la edad que se tenga, el cuerpo experimenta entonces una especie de expansión. 
De repente la sangre fluye mejor en el cerebro, detrás de los ojos, en las yemas de los dedos, en la parte superior del torso, en la parte baja del vientre, en todas partes. 
El universo se dilata: de pronto se abre una puerta donde no había puerta alguna y el cuerpo se abre con esa misma puerta. 
El cuerpo antiguo se convierte en otro cuerpo. Un país desconocido se extiende o avanza a toda velocidad y crecemos con lo que crece. Todo lo conocido cobra un nuevo sentido, atrae una nueva luz, y todo lo que hemos abandonado regresa de repente a la nueva tierra con un nuevo relieve todavía inexpresable, porque no era posible preverlo. 
Esta metamorfosis se describe en todos los héroes de todos los cuentos antiguos, y quizá sea eso lo que suscita cada tres o cuatro noches la irresistible atracción que la lectura de uno de esos pequeños mitos tiene para mí: tanto en la lectura del cuento como en el propio cuento se liberan ciertas fuerzas. Unas pocas palabras susurradas por hadas o animales se convierten en poderosos gestos o miradas semánticos. Esas palabras casi se convierten en manos que inventan realmente a su presa, inventando a su vez una aprehensión completamente nueva: un bastón, un arco, un lazo, un ladrillo, una fronda, una barca, un caballo. 
Las nuevas armas, inventando sus nuevas presas, engendran nuevas astucias, dan lugar a nuevos cazadores. 
Desafíos que no conciernen a nadie se descubren de pronto en el azar de una consecuencia que no habíamos buscado. Eso es aprender. Caen las barreras y, al caer, desaparecen las distancias. Eso es aprender. La oscuridad del bosque se desvanece. Aumenta el recorrido del viaje. 
No hay que enseñar a quien no siente alegría al aprender. 
Apasionarse por lo que es otro, amar, aprender, es lo mismo.

Pascal Quignard

Vida Secreta

martes, 12 de mayo de 2015

Sobre los "sudamericanos", según William Burroughs

"...nada que sea humano le resulta extraño o escandaloso a un sudamericano. Estoy hablando del mejor tipo de sudamericano; una raza especial, en parte india, en parte blanca y en parte sabe dios qué. No es, como uno en principio tiende a pensar, fundamentalmente oriental, ni pertenece tampoco a occidente.  Es algo especial, diferente de todo lo demás. Ha sido reprimido por los españoles y por la iglesia católica. Lo que necesitamos es un nuevo Bolívar que termine el trabajo de verdad. En eso pienso yo que consiste básicamente la guerra civil colombiana: la división fundamental entre el potencial sudamericano y los españoles represores temerosos de la vida. Nunca me había sentido tan definitivamente a favor de una de las partes, e incapaz de ver un solo rasgo redentor en la otra. Sudamérica es una mezcla de cepas; todas ellas necesarias para alcanzar la forma potencial. Necesitan sangre blanca, tal como ellos la conocen -el mito del Dios Blanco-; ¿y qué fue lo que les dieron? A los jodidos españoles. Aunque los españoles por lo menos tenían la ventaja de la debilidad. A los ingleses jamás los hubieran podido sacar de aquí. Los ingleses hubieran creado esa atrocidad conocida como el País del Hombre Blanco".

William S. Burroughs